domingo, 12 de julio de 2009

EL MERCADO TURÍSTICO I

En los años sesenta Marbella se adentró en el mercado turístico. Comenzaron a proliferar los hoteles en una ciudad que se dedicaba a la pesca y al comercio en general. Eran escasos los hoteles construidos en la ciudad cuando el turismo eclosionaba en Marbella y se llenaban los hoteles y la ciudad, de turistas extranjeros. En su gran mayoría éstos eran nórdicos, los cuales venían atraídos por nuestras playas, nuestra gastronomía, nuestro buen clima y para su poder adquisitivo nuestro buen precio. El boom del turismo había llegado a nuestra ciudad para quedarse en ella, al menos, por varias décadas.

La oferta y la demanda en nuestra ciudad eran más o menos equitativa, es decir, albergaba los hoteles necesarios que necesitaba la ciudad para dar cobijo al turista que llegaba buscando pasar unas semanas de vacaciones. En la década de los sesenta y los setenta se hace prácticamente imposible para una persona de clase medía poder hospedarse en un hotel de cuatro o cinco estrellas, pues sus precios están muy por encima de las posibilidades reales de esta clase trabajadora española, por lo que son ocupados por turistas internacionales los cuales llegan con su divisa mucho más fuerte que la peseta, y gracias a ese poder adquisitivo llenan los hoteles de la Costa del Sol y por supuesto, de Marbella.

En los setenta continúa la expansión y proliferación de nuevos hoteles pero de una forma moderada. Marbella cuenta ya con hoteles consagrados y que han alcanzado un nombre relevante en el mundo del turismo. La ciudad comienza a venderse como una marca. Marbella pasa de ser el nombre de una ciudad, para convertirse en una herramienta de marketing para toda la Costa del Sol. La vecina Estepona también se apunta al carro del turismo, no en tan gran medida, pero se construyen sus dos hoteles más antiguos y emblemáticos. En los sesenta se construye el hotel Atalaya Park, y en los setenta el hotel El Paraíso.

A partir de los ochenta, todos los hoteles llenan en la temporada estival y se defienden en la temporada de invierno con la llegada de golfistas a nuestra costa en busca de buen clima para jugar a su deporte favorito, “el golf”, y para pasar una semana completa de vacaciones. Es ya a último de los ochenta y principio de los noventa, cuando comienzan a proliferar en Marbella y Estepona los campos de golf dejando un poco al lado su reconocido nombre de la Costa del Sol, para también denominarse la Costa del Golf. Es ahí cuando el turismo comienza a cambiar, no se trabaja ya sólo con el turista de verano o turista de playa, sino también con el turista que viene a jugar al golf. El cual juega al golf por las mañanas, almuerza en los mismos campos de golf, después tras una buena ducha por la tarde, en su hotel, se reunían en el bar del mismo hotel para degustar unas cuantas copas como aperitivo, para a continuación, en taxi, desplazarse al restaurante elegido para disfrutar de una buena cena. Este turista es el que trajo la mayor prosperidad a la Costa del Sol y en definitiva a Marbella y sus alrededores, en estos últimos tiempos.

Pero la crisis económica mundial, unida a la devaluación de la moneda de estos clientes –la libra-, les hace imposible continuar disfrutando de ese nivel de vida del que se aprovechaban antes y nosotros recogíamos los frutos. Esto unido a nuevos destinos de golf y playa como puede ser Dubai, hace difícil el mantenimiento de toda la infraestructura creada durante esta última década, la de los noventa y principios del siglo XXI. En los que florecieron los campos de golf, los cuales hoy son sostenidos por sus socios pagando una cuota anual para disfrutar de sus instalaciones. Pero no ocurre lo mismo con los hoteles construidos durante esta última década, los cuales se ven desprovistos de este cliente potencial del cual hemos vivido durante estos últimos años. Creándose una competencia atroz ya que los hoteles florecieron por encima de la demanda real, estando acostumbrados a oír el “completos” y al precio que dictaba entonces el empresario durante la década 1.996-2.006. El pastel a repartir parecía hacerse más grande, pero sólo fue un reflejo que terminó siendo sólo un apercibimiento. Quizás un sueño.

Pero entonces, los hoteles llenaban en verano y durante el invierno se mantenía una ocupación capaz de mantener los hoteles y restaurantes abiertos y generando ingresos. Sino todos, la mayoría de ellos.

El trabajador del sector hostelero sabía que trabajar en un hotel era la mejor opción, porque no faltaba el trabajo en todo el año y se respetaban más los derechos de los trabajadores, tales como días libres, vacaciones y un puntual pago de las nóminas. Puede que alguno al leerme esto, se le suelte alguna que otra lágrima.

Digo esto porque esa época de bonanza y prosperidad ha pasado y nos ha abandonado. El caso acontecido recientemente en el Hotel Los Monteros no es un hecho aislado. Son algunos los hoteles en la costa en los que se le adeuda ya a sus empleados algún que otro mes de sueldo, y otros en los que han de pagar en varias cantidades y a duras penas durante el mes, y con grandes retrasos. Pero, ¿Qué está pasando? ¿Por qué este cambio tan drástico en el panorama hotelero? Primeramente decir que la crisis internacional ha ahuyentado al cliente que estábamos acostumbrados a albergar. Poco a poco, la calidad de la clientela ha disminuido enormemente. Cuando hablo de calidad me refiero naturalmente al poder adquisitivo de éstos y a la exigencia en la calidad de los servicios por parte de los que nos visitan. Hoy tenemos peor calidad, pero a un menor precio. Y esto es aceptado por parte de la gran mayoría de los clientes. Por otro lado como he dicho anteriormente en la costa hay una sobreoferta de plazas hoteleras y la competencia entre los hoteles es feroz. La mayor parte de ellos han apostado por competir en la oferta de precios en lugar de en la calidad del servicio. Esto ha producido la rebaja en la calidad del cliente, y esos que tomaban varias copas en el bar del hotel antes de salir a cenar al restaurante de la ciudad en taxi, ahora hacen “botellonas” en las habitaciones y después degustan la cena buffet de la media pensión que el hotel les ha vendido a un precio irrisorio. Pero, ¿Puede mantener un hotel un estándar de calidad y de servicio, a los precios que actualmente se ofertan en la Costa del Sol? La respuesta y más, la próxima semana.



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